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Asier Azkue Gonzalez
Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo puesto delante de mi rostro, y al contemplarme siento un desprecio profundo de mi ser, por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas. Me he alejado de la sociedad en la que viví; ahora habito un mundo de fantasmas, prisionero de fantasías y ensueños.
Antonius Block, El séptimo sello
La película El Séptimo Sello (Ingmar Berman, 1957), nos presenta la historia de Antonius Block, un caballero medieval interpretado por el actor Max von Sydow, que retorna junto con su escudero a sus tierras en Suecia tras haber combatido en la Cruzada contra el Islam. Al llegar exhausto a la playa, se encuentra con la presencia de la peste negra que asola toda Europa. A mediados del siglo XIV, el Viejo Continente va a sufrir el demoledor impacto demográfico de la epidemia. El resultado de la peste negra fue devastador: provocó un grave descenso de la población europea, siendo el cálculo de víctimas que la enfermedad ocasionó, entre el 25 y el 45% de los habitantes.
El protagonista ha perdido la fe. Ya no cree en Dios, ni en su misión salvadora. Tras ser testigo de la barbarie humana que es la Cruzada, la llegada a sus tierras constituye otro escenario devastador: la muerte provocada por la peste. Como he subrayado, Antonius Block ha perdido la fe en la vida eterna y la salvación divina. Esto significa que ha perdido el consuelo que implica la vida infinita que prometen las religiones en general y el cristianismo católico en particular; el espíritu de una sociedad sin espíritu que diría Marx. Cuando el caballero vuelve a la costa tras revisar los alrededores, la Muerte lo visita para avisarle que su hora ha llegado, pero Block le reta a una partida de ajedrez con el objetivo de ganar tiempo y encontrar una respuesta a las preguntas que le atormentan. La Muerte cede y decide prorrogar la vida del protagonista.
Durante la película, tenemos la oportunidad de conocer a un grupo de juglares: José y María, que son pareja, y tienen un bebé llamado Miguel. También a Jonás, un cómico que acompaña a la pareja. Además nos toparemos con Plok, un herrero desgraciado cuya mujer, Lisa, ha cometido adulterio con Jonás. Sin rumbo, rodeados por la peste y un paisaje violento, tanto los juglares, como el herrero y su mujer se unen a Antonius Bloke y su escudero hasta el castillo del caballero, donde serán acogidos por la esposa de éste, con quien comparten una última cena. El drama llega a su fin al amanecer, cuando un gran plano general nos muestra a la Muerte llevándose a todos los personajes, a excepción de los juglares y su hijo, a través de una oscura colina, agarrados de la mano y danzando.
La fe religiosa y la fe secular
La muerte es lo más espantoso, y el retener lo muerto, lo que requiere una mayor fuerza.
- Hegel, Fenomenología del espíritu
El Séptimo Sello es una alegoría con un tema muy sencillo: el hombre, su eterna búsqueda de Dios y la muerte como única seguridad. Antonius Block es el protagonista que vuelve a su tierra totalmente carente de fe, sin ninguna salvación a la que poder agarrarse, lo que genera en él una angustia que le acompañará hasta el final de la película. Intenta encontrar un sentido a su existencia, una respuesta espiritual que le pueda consolar para sobrellevar su vuelta a la devastada Suecia. Pero no encuentra nada, no obtiene consuelo y al final la Muerte se lo lleva. No obstante, al final de la historia, José y María no acompañan al resto de personajes colina arriba al son de la danza de la muerte. ¿Por qué no?
Cuando terminó la película, me hice esta misma pregunta. ¿Acaso la pareja de juglares había obrado de una manera diferente a la del caballero, su escudero o el herrero desgraciado? Recordemos que Antonius Block y su escudero acaban de volver de la Cruzada contra el Islam en Oriente, lo que significaba ganarse el favor de Dios para la eternidad, la indulgencia parcial o plenaria de todos los pecados y el acceso a ciertas ventajas económicas y fiscales al volver a Europa. Siguiendo esta lógica, tanto caballero como escudero se merecen la salvación divina y la vida eterna que promete Dios, pues han obrado como buenos católicos siguiendo el dictado de la Iglesia y el Papa. Sin embargo, el personaje protagonizado por Max von Sydow ha perdido la fe y como consecuencia su razón de ser, pues la fe religiosa representa para los propios creyentes el elemento central que dota de significación la existencia de los mismos. Sin ella, Block solo es un individuo que flota en el aire sin rumbo, sin respuestas y rodeado de muerte.
¿Qué ocurre con José, María y su pequeño Miguel? Son liberados por la muerte porque su compromiso con la vida es diferente. Acaban de ser padres y tienen un compromiso ineludible con su frágil y vulnerable bebé, a quien aman por encima de cualquier sentimiento egoísta. En relación con ello, Martin Hängglund (Esta vida, 2018: Capitán Swing) nos dice que al vivir mi vida no me esfuerzo por lograr una imposible realización completa de quién soy, sino por la posible frágil coherencia de lo que intento ser: mantener unidos los compromisos que definen la persona que creo ser y ser receptivo a ellos. Esta frase define muy bien la diferencia entre los cómicos y el caballero que ha perdido la fe. Mientras que éste último trata de lograr una respuesta a la muerte a través de la salvación divina y la fe religiosa, es decir, a través de la vida eterna, José y María se mantienen unidos mediante los compromisos paternales y maternales que tienen con Miguel. Su fe es secular en tanto que son conscientes de la fragilidad del mundo que les rodea, en este caso representado por su hijo, a quien deben proteger. Son conscientes de las injusticias que les acechan y que el tiempo que tienen es limitado y finito, pero intentan sobrellevarlo de la mejor manera que pueden, ganándose la vida como juglares o cómicos.
La película demuestra que participar en una Cruzada no es motivo suficiente para salvar las almas de los creyentes. Dios no promete la salvación como lo hizo con Abraham si este sacrificaba a su hijo Isaak. El caballero ha perdido completamente la fe, es un desgraciado; igual que el herrero Plok, su mujer Lisa y su amante Jonás. Como la amplia mayoría de la población medieval, José y María son católicos; de hecho, durante la película, José dedica canciones a la Virgen y afirma tener visiones. Pero no es la fuerza de su fe religiosa la que salva a la familia, sino su compromiso con la vida y el cuidado de su hijo Miguel. Ahí radica la diferencia entre ellos y el protagonista: aunque la vida es finita e injusta, José y María todavía tienen a qué agarrarse, una razón de ser que dota de identidad su existencia terrenal. Saben que su existencia en la tierra tiene fecha de caducidad, pero precisamente por eso la valoran. Y porque su hijo es la luz que siembra con esperanzas sus vidas.
Navegando el mar del existencialismo
Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu solo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento. El espíritu no es esta potencia como lo positivo que se aparte de lo negativo, como cuando decimos de algo que no es nada o que es falso y, de hecho, pasamos sin más a otra cosa, sino que solo es esta potencia cuando mira cara a cara a lo negativo y permanece cerca de ello. Esta permanencia es la fuerza mágica que hace que lo negativo vuelva al ser.
Hegel, Fenomenología del espíritu
No podemos entender la filmografía de Bergman sin el papel que desempeña la muerte en ella. El director sueco fue un lector empedernido del filósofo existencialista Kierkegaard, quien influyó de forma notable el argumento de sus películas. La reflexión sobre la vida religiosa, la existencia del hombre y su relación con la muerte están presentes en la mayoría de sus dramas. En una de sus obras magnas, Fresas salvajes (Ingmar Berman, 1957), la relación entre la vida y la muerte se despliega brillantemente. En esta película el protagonista es el reputado, pero amargado doctor Isak, interpretado por Victor Sjöström. Aunque a él no se le presenta la muerte en persona para notificarle que su hora ha llegado, al principio de la obra, el doctor tiene un extraño sueño en el que se ve a sí mismo muerto cuando una carroza fúnebre choca contra una farola y el ataúd que transportaba se abre al caer a la carretera ¿Acaso el sueño era una premonición de lo que le iba a ocurrir? ¿Por qué se ha visto a sí mismo muerto?
Con el avance de la trama, el espectador tendrá la posibilidad de explorar la infancia y la vida del doctor Isak, quien ya es un anciano al que no le queda mucho tiempo. A través de diferentes flashback, Bergman nos transporta a la infancia del protagonista. Una infancia feliz, pero estricta, rodeado de familiares en una casa de campo donde las preocupaciones son insignificantes. No obstante, descubrimos que el amor de Isak no es correspondido ya que la chica que le gusta se decanta por el primo del personaje protagonizado por Victor Sjöström. Además, más adelante nos enteramos que la mujer con quien consigue casarse tampoco le quiere y que le es infiel. Como dice Marx, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia. Para colmo, el mismo Isak fue un hijo no bien recibido, lo que acentúa su sensación de ser una persona no deseada, lo que explicaría, a la vez, su amargura y su mala relación con su hijo y con la poca gente que es parte de su vida adulta. Isak ha vivido una vida desgraciada y como se lo indica a su nuera, se siente muerto en vida. Durante una de las escenas más brillantes y emotivas de toda la película, el anciano doctor sueña que entra en un aula donde es examinado por un profesor. Suspendido por este último, Isak se percata de que toda su vida constituye la historia de un hombre que ha extirpado la felicidad y el amor de su existencia. Solo le quedan la triste soledad y la amargura. En mi opinión, aquí podemos encontrar un paralelismo entre el doctor Isak y el caballero Antonius Block en El séptimo sello. Ambos son unos desgraciados, cuyas vidas se sienten vacías y que no encuentran una respuesta al sentido de su existencia. Sin embargo, creo que cuando ambos se percatan de que su final puede estar cerca, se dan la oportunidad de redimirse. Block acompaña a los juglares con el objetivo de que no sean víctimas de la peste. El doctor Isak realiza uno de sus últimos viajes en coche acompañado de su nuera y un grupo de jóvenes a los que tendremos la oportunidad de conocer y en quienes despierta una admiración iluminadora, su reconocimiento como ser que puede amar. Block e Isak llegan al final de sus vidas abrazando la naturaleza secular de la vida.
La mayoría de personajes presentados por Ingmar Bergman, son individuos desgraciados. El dolor y la muerte forman parte de sus vidas. En uno de sus últimos dramas titulado Gritos y susurros (Ingmar Bergman, 1972), la temática es parecida. El dolor y la muerte vehiculan toda la trama de la película, pero esta vez representados a través de unos fondos rojos que sirven como cambios de plano entre una escena y otra. Además, el color de las paredes, los muebles y el tapizado de la casa donde ocurre la historia, también es de color rojo. El rojo hace referencia al dolor violento, una sensación que desgarra a una de las protagonistas enfermas en su lecho. Un sufrimiento inaguantable que se exterioriza mediante gritos de dolor que traspasan la pantalla y retumban en el espectador. Un familia que baila al sol de la muerte, condicionada por las infidelidades y los chismorreos. Lo mismo ocurre con la compleja Persona (Ingmar Bergman, 1966), otra de las obras magnas del director sueco.
El caballero de fe (Temor y Temblor, Kierkegaard: 1843) es un individuo que ha depositado una fe completa en sí mismo y en Dios. El caballero de la fe es el único hombre feliz, el heredero de lo finito, mientras que el caballero de la resignación es un extraño y un extranjero. En sus películas, Bergman diseña personajes que constituyen la antítesis del caballero de la fe. Hombres desgraciados, resignados y cuya relación con la vida está totalmente enajenada. Vagan sin rumbo por la soledad, esperando posibles respuestas divinas a su destino. Pero al final la fe religiosa no puede darles respuesta, ni consuelo. En el Séptimo sello, esta alegoría está brillantemente desarrollada mediante la presentación de José y María. Creyentes a su manera, ambos entienden que la fe secular es mucho más práctica que la relación vertical que dibuja la fe religiosa. La vida, en tanto que es finita y temporal, merece ser vivida y disfrutada, abrazada y aprovechada mediante los diferentes compromisos positivos y solidarios que adoptamos con nuestros seres queridos y con nuestras convicciones. A modo de síntesis, la frase de Hegel define de forma preciosa esta afirmación cuando dice que la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu solo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento.
En definitiva, la respuesta a nuestra existencia no está en rechazar la muerte y en la posibilidad de abrazar la eternidad, sino en aceptar nuestra naturaleza contradictoria y dinámica, admitiendo que nuestra vida es un viaje temporal que merece ser vivida y disfrutada. Es valiosa porque tiene fin y continúa una vez hayamos muerto, si sigue vivo en el recuerdo de nuestros familiares y amigos.
EL AUTOR, Asier Azkue Gonzalez, 29 años, actualmente compagina su trabajo con la carrera de Historia y Geografía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (UNED). Se confiesa muy aficionado a la filosofía y a la historia de las ideas.